Una aparente normalidad despierta en este día frio, soleado y con algo de viento.
Los de siempre, donde siempre, no esperan más que salir a dar una bocanada de aire fuera del largo desierto que une los fines de semana.
Afortunado recuperar.
Recuperar ciclistas que hace tiempo no vemos.
Recuperar sensaciones olvidadas.
Recuperar la juventud de las nuevas incorporaciones.
Recuperar las ganas de ‘ser’, ese momento de gloria y el recuerdo grabado en la memoria.
No hay grandes esfuerzos durante los primeros kilómetros, el personal prefiere rodar y charlar sin más, superando el obstáculo invisible del ‘aire en movimiento.’
Sólo pasado Marchamalo y con destino Guadalajara es cuando se percibe algo de nerviosismo.
El Clavín es punto complicado.
Hay que levantar algo el pie para mantener el grupo unido. Aún así, se nos queda uno y hay que bajar un poco más el ritmo hasta recuperar.
Chilo es el filtro.
Sin más que poner ritmo, la ascensión se vuelve tortuosa según avanzan las curvas.
Solos y en solitario, tiran dos.
Sin mirar atrás, se va incrementando la velocidad y… al llegar arriba, sólo quedan 4.
Café en el bar de las motos.
Toca vuelta tranquila.
El reventón solivianta y los que quieren, aprietan en plato sin lograr que nadie salga de punto.
En el llano hasta el Gurugú, más velocidad, un 52 * 12 para estirar el grupo lo suficiente y hacer así menos peligroso el rápido descenso hacia Alcalá entre tanto coche.
Y como no,… algunos prueban suerte.
Mirada impasible del pelotón.
JC, V´13
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