domingo, 4 de julio de 2010

Una reflexión de un socio.

En el día de hoy nos ha llegado una reflexión de uno de nuestros socios. Se trata de Juárez. En ella nos habla de lo que considera que deberían ser las marchas de los fines de semana en la Peña. No sabemos si será del agrado de todos, pero ya que la manda, merece la pena leerla. Quizá se pueda sacar algo positivo de ella, o no. La ponemos íntegra, tal y como hacemos con todo lo que nos mandan los socios:



"Me gustaría que un día la crónica que pone la gente no fuera la de una carrera, sino la de una salida cicloturista. Mis entenderas deben estar geográficamente perdidas, pero opino que si todo el mundo fuera sólo con el afán de hacer la ruta y no de dejar al que lleva al lado, incluida su sombra, habría más gente que haría las marchas. Eso no quiere decir ir despacio; hay quien sale menos y también le gusta hacer quilómetros; de hecho puede hacerlos. Se puede sacar media de treinta yendo todos juntos. Es sencillo. Suficiente con esperar en las subidas o puntos conflictivos donde la gente se pueda quedar (aunque algunos las hagan rápido e incluso se ataquen). Luego, en el llano, es suficiente con que pase todo el mundo o la mayoría. Al final del día la media es alta y todos contentos. Ir rápido está bien, pero picarse por picarse ya es otra cosa.

No sé qué se podrá opinar de esto, pero a mi me da pena el leer las crónicas de la gente, tanto aquí como en el foro de la Peña, y parecer eso una noticia deportiva de una carrera que no se ha disputado. Creo que nos perdemos mucho por no intentar nunca hacer una marcha en la que el fin sea hacer la misma, y no el demostrar la "calidad deportiva" de cada uno. Las comparaciones sólo sirven para que uno salga ganando y otro perdiendo. Yo te ataco para desmostrar que yo soy mejor que tú. Tú piensas que eres peor porque no puedes seguirle. Al final, ninguno de los dos es mejor. Uno, porque físicamente no puede seguirle. El otro porque si fuera tan bueno no estaría en estos lares demostrándolo.

Siempre hay uno que es mejor que nosotros. Sean quien sea. Hubo uno mejor que Merckx, uno mejor que Hinault... Pero esos tenían un trabajo que consistía en ser lo mejores. Tenían que serlo. Cada cual tiene su trabajo. Albañil, policía, funcionario... y, al menos, si no es el mejor, tiene que hacerlo lo suficientemente bien para poder seguir ejerciéndolo. Pero los que salimos los domingos, no somos profesionales. No tenemos la obligación de ser los mejores. O, al menos, lo suficientemente competentes como para conservar el puesto de trabajo. Sólo estamos obligados, y es una obligación imperiosa en este deporte, pues ella es condición indispensable, a tener un mínimo de condición física para poder llegar a los sitios con solvencia. Esto es: hacer los recorridos. Con aguantar y llegar más o menos frescos a casa sería la mínima de las exigencias a las que tendríamos que estar obligados si quisiéramos montar en bicicleta.

Emular, lo que se dice emular... No deja de ser un intento fallido de alguien que quiere pero que no puede. Eso es emular; querer y no poder. Si pudiéramos no sería necesario intentar "ser como". Por muy bien que se me dé a mi pintar, por muy perfecto que lo haga, yo nunca podré pintar "Las Meninas" de Velázquez. Podrán ser tan sumamente perfectas que, a penas, se vea diferencia entre la original y la mía. Pero la mía nunca será la "buena". "Emulará" la de Velázquez, pero no será ella. Por mucho que yo quiera. Lo original del cuadro, no es la pintura en sí, que se puede copiar a la perfección, sino la idea que surgió del pintor para pintarla.

Por eso, en este caso, intentar "emular" a un profesional, no deja de ser un intento fallido por llenar un vacío. Ese vacío consiste en hacer lo que hacen ellos pero sin poder. Yo no puedo sacar en cincuenta kilómetros una media de cuarenta y ocho quilómetros como ellos. Como mucho, y entrenando mucho, la podría sacar de cuarenta. Pero aunque puede llegar a ser admirable, no deja de ser una media ridícula si la comparamos. En este caso sería racional dejar a los profesionales hacer su trabajo si no quisiéramos provocar risa en el espectador.

Sin embargo, darse cuenta de que uno no vale para algo, es una circunstancia que afecta a la vanidad individual. Apreciar que uno es "del montón", no hace más que devaluar a la persona. Pero si se acepta el hecho, y se toma la situación de otra manera, la cosa torna de color. El profesional termina por no disfrutar de su trabajo. El aficionado, al descubrir que profesionalmente es incompetente, abre un mundo lleno de posibilidades para su goce. Al no tener la presión de tener que hacerlo perfecto y ser el mejor, le es suficiente con ser capaz de realizar lo mismo pero "a su aire". Eso permite disfrutar de la actividad "per se", cosa que no hace el profesional. Por eso, para nosotros, debería servirnos el disfrutar de la bicicleta sin necesidad de "picarnos" innecesariamente desde la salida. Sólo en determinados puntos, y disfrutar de la compañía y de los recorridos montando en un vehículo que une a la gente que lo usa".