sábado, 19 de octubre de 2013

Jueves, 17.10.2013 – Santiago nocturno ciclista.


Salir corriendo, sin mirar atrás, sin nadie que te vea, sin complejos ni vergüenza por lo que dejaste.

Salir corriendo del lugar donde llegas, sin un peso en los bolsillos, sin ropa estándar y vestido de bailarina.

Salir corriendo tras una cita, tras un camión y delante de un autobús, guiado por la rueda de un ciclista que se encoje y alarga su figura entre coches, baches y alcantarillas de rejas perpendiculares por las que cabe un neumático.

Salimos corriendo del día a día.

Salimos escapados de la marabunta de la sórdida monotonía.

Hacemos carreras desenfrenadas para cumplir con el mundo a cambio de tres horas de libertad.

Es jueves, ayer fue miércoles y antes de ayer,… martes.

Es fiesta, ayer y antes de ayer festivo.

Siempre,… furtivos.

Los días de bici son distintos.

Es una mala carretera, destruida por los mil vehículos, la que une la ilusión de algo común.

Y no importa que resuene el miedo cuando un autobús frena y otro por la izquierda te encajonen en el corredor de la muerte.

Y no importa que los puntos ciegos sean la claustrofobia del grito y aviso ante el peligro.

Conocer lo desconocido.

Hablar con el extraño.

Saber de su ser, milagros y chaladuras es tan importante como seguirle a rueda.

Luego y sin miramientos, ante el primer indicio de lucha, la mirada se cruza, la conversación de acaba y los músculos al 100% llevan a la guerra sin cuartel.

Las batallas no acaban nunca.

Cada día es una furia y hoy te la jugarán donde menos lo esperes.

La noche, una vez salidos de Santiago, se apodera del entorno.

Los pequeños focos, adelante y atrás, se encienden blancos y rojo.

Son diminutas luciérnagas a los lejos lo que se ve entre tanta negrura cuando alguien se parte por la mitad en medio del esfuerzo.

Y el río, con pasarela de madera, es un refugio de escaladores de alta montaña, donde se espera la llegada de todos.

Y las subidas no acaban tampoco es estas noches cerradas.

Y las bajadas no se ven.

Y las curvas, se menean indicadas por señales que ves entre grises a más de 50 km/h.

Y escuchas, pero no ves, la carraca de rodamientos de alguno que sigue tu sombra a ciegas, sin pensar y sin saber que te puedes equivocar.

La confianza es máxima y la responsabilidad suprema.

Que donde yo voy, tu vienes… y el de atrás, también.

La ciudad.

Por fin.

Y una galleta, y dos y tres.

Ja, ja, ja, Ga, Ga, Ga, galleta.

Y una,… y dos,… y tres.

Hay menos ruidos.

La ciudad se está yendo a dormir, sólo quedan los 6 u 8 que ruedan, ya, en apacible armonía cruzando barrios marginales adornados por la bandera de Chile en conmemoración del próximo mundial.

Es largo.

Es largo el camino que une las afueras al centro.

Y en la penumbra,… un adiós, un cruce de manos,…

Es el hasta mañana a la misma hora.


JC, V´13

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