Las 77 perlas.
Silva, suave y ronco, el aire que fluye
por los cañones de la recortada calibre 12, cuando entran ‘los envenados’ en el
bar de las 77 perlas.
Tabernero fino, colt plata amarrado a muslo derecho, sirve 2 bourbon sin
más que verlos llegar.
Los forajidos, aliados por la falta de sueño, matan hace semanas, las horas
de nocturna soledad en el bar donde fueron promesa muchos de los ya
desaparecidos ciclistas moribundos que siguen atrapados en su locura.
La mesa del rincón es la mortífera coctelera de un plan perpetrado, que
sólo conocen dos,…
Silva, suave y ronco, el podrido aliento de la vieja que se encuentra tras la segunda puerta, al fondo del local.
Envuelta en harapos, no para de observar.
Recortada entre las faldas, está segura de no ser nunca buena hora para
frecuentar tan maloliente local.
Tabernero, mira de reojo, calla y oculta el rostro bajo la bayeta que zarandea
de este a oeste de la barra.
Silva, suave y ronca, la brisa que traspasa el alma de los
envenenados cuando a su espalda, la anciana se deja arrastrar encapuchada y silenciosa
hacia la salida del bar.
La noche,…
… oculta la peregrinación de los envenenados tras la anciana,
… esconde las armas que tras las ropas se esconden,
… miente sobre los desconocidos planes perpetrados en dos horas de solitaria
madrugada.
Silva, suave y ronco, el gaznate del fino
tabernero tras beber el último bourbon antes de cerrar.
Las 77 Perlas.
JC, V´13
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